martes, 20 de diciembre de 2022

ÁRBOLES Y PLANTAS SOLSTICIALES. LA MAGIA DEL INVIERNO

 

ARBOL TOTEMICO

El dulce sol de invierno, acariciaba pausadamente los paisajes nevados, una luz azulada, jugueteaba entre las ramas de las hayas, los robles, los abedules, los espinos, los fresnos y los tejos. En el bosque, todo era silencio, dando la errónea sensación de que la naturaleza dormía. Una paz magnética se apoderaba del entorno, como se apoderaba de mi alma errante de vientos libres que acarician mi esencia de hojarasca y salitre. En la montaña, todo nos susurra, quedamente, que estamos entrando en el invierno, en ese mágico momento en que la natura, decide quedarse a solas consigo misma, y las cumbres visten sus mejores galas blancas. Quizás sea el momento de acurrucarse al calor del fuego protector, escuchando el eco acogedor de las castañas asándose en el tamboril, quizás sea el momento de desgranar, como lo hicieron durante milenios quienes nos precedieron, las viejas leyendas de nuestros bosques.


BELLO VESTIDO BLANCO

Todo a nuestro alrededor, nos grita, con ese sutil silencio del bosque, que nos acercamos a uno de los momentos más mágicos del año, un momento que fue de vital importancia para nuestros ancestros, que nos encontramos en el solsticio de invierno. Nuestros antepasados, estaban acostumbrados a observar los distintos ciclos de la naturaleza, no en vano, ellos eran parte intrínseca de esa naturaleza, y de ella dependía su propia supervivencia, eran naturaleza. Hoy hemos olvidado ese nexo, pero de alguna misteriosa forma, seguimos siendo naturaleza, algo en nuestro Yo más arcaico y ancestral, sigue siendo naturaleza, solo tenemos que rascar un poquito en todas esas capas de convencionalismos opresores, y volver a ser bosque. 


EL BOSQUE EMBAUCADOR

El momento solsticial, que en nuestras latitudes es hoy, miércoles, 21 de diciembre, no pasó desapercibido para ellos. Era este, el momento en que la luz comenzaba a ganar terreno a la oscuridad, no debemos olvidar que la noche del solsticio de invierno, es la noche más larga del año, a partir de ese momento, la noche comienza a acortarse paulatinamente. Pero tampoco escapó a nuestras mayores, que en ese momento el sol es cuando menos fuerza tiene, del astro rey dependía el que germinaran las plantas y árboles, es decir, alimento, madera con la que generar materiales de construcción, combustible,…cobijo y calor. Por todo ello, era imprescindible que este sol recuperara toda su energía milenaria, en estas fechas. Los hombres y mujeres, ponían de alguna forma, su granito de arena, en esta descomunal tarea, ayudaban a reforzar al sol, mediante el uso del fuego. 


SOL PROTECTOR

Existe una llamada “teoría solar”, que ve en el fuego una especie de hechizo empleado por el hombre, en ese momento de decadencia de la luz solar. De alguna forma, con el empleo del fuego, se trata de suplir, con ceremonias o rituales, más o menos mágicas, esa carencia de luz, reforzando, igualmente esa debilidad solar. Según esta teoría, el fuego sería considerado como un elemento provisto de energía positiva y activa, energía estimulante, creativa, fuente de salud y de vida que se debe mantener a toda costa. Otras teorías nos hablan de que el fuego, tendría un carácter más purificador, que tendrían como finalidad el destruir energías negativas.

FUEGO PROTECTOR

Vinculado a este hecho del empleo del fuego, encontramos un interesantísimo elemento, vinculado al solsticio de invierno, el Tronco de Navidad. Un arcaico ritual, que se ha observado en muchos puntos de la vieja Europa, y que nos enlaza directamente con los viejos cultos a los árboles, con ritos, que quizás nos lleven hasta tiempos prehistóricos, ritos que nos vinculan deliciosamente con lo más arcaico de la vieja cultura ancestral.
Se trata de un leño que debía arder en el fuego del hogar en las fechas de Navidad, estas festividades navideñas, vinieron a cristianizar, los antiguos cultos, vinculados, precisamente, al solsticio de invierno. Son muchas las variables que se nos presentan en este ritual del tronco navideño. De forma genérica, el árbol se elegía en el bosque, generalmente uno de los mejores ejemplares del mismo, de la especie más abundante, como robles o hayas, por ejemplo.
Luego venía, algo realmente increíble, se debía acudir a donde ese árbol cada día, y explicarle el motivo por el cual debía ser derribado. Quizás para dar aviso a los seres, a las energías, que en él habitaban, para que tuvieran tiempo de buscarse otro alojamiento. Pero también, se les pedía, que dejaran parte de su energía en el árbol, para que lo pudiéramos utilizar en nuestro beneficio, impresionante, ¿verdad?.
Tras cortar el tronco, era arrastrado al hogar, por una yunta de bueyes, y se guardaba en la casa, pero, eso sí, con un trato especial. Se conservaba con mimo en el desván, o en la cuadra, incluso en una esquina de la entrada de la casa. Llegaba entonces el momento de colocarlo en el fuego del hogar, utilizando, igualmente, diferentes formulas según los lugares.

ARBOLES ESPECIALES

UNA TRADICION IBERICA,…

La tradición del Tronco de Navidad, la observamos a lo largo y ancho de la Península Ibérica, con matices, variedades y peculiaridades, propias, pero que beben de una misma fuente original, el arcaico culto a los árboles, o los espíritus que los habitan.

De esta forma, en Galicia, concretamente en la zona de Los Ancares, se encendía el llamado “Lume novo”, en Nochebuena. Debía arder hasta casi consumirse, momento en que un resto se conservaba para utilizarlos, en momentos claves, por ejemplo durante una tormenta. En esta bella región galaica, y según recogiera Manuel Murgía, ardía en el fuego del hogar, el primer día del año, el llamado Tizón de Navidad, que estaría relacionado con las almas de los muertos de la familia.

En Asturias, encontramos el Nataliegu, que solía ser un tronco de roble, árbol profundamente sagrado en muchas antiguas culturas europeas. También es conocido como El Tueru Nadaliegu, y debía arder toda la noche de Nochebuena. Luego era empleado en diversas funciones, como la de guardar sus restos, para atraer la fortuna a la casa. Sus cenizas se empleaban para echarlas al campo, también con caracteres profilácticos.

En Cantabria quemaban en estas fechas solsticiales “El Travesero”, que ardía durante la noche mágica de Nochebuena, mientras la familia cenaba a su vera. No debía de apagarse, pues si así sucedía, traería desgracias a la casa. Se colocaban otros troncos menores, cuyos restos se conservaban, y se empleaban para prevenir el hogar de las tormentas.


TEJO

En el País Vasco, se tiene muchas referencias del uso del Tronco de Navidad, en varias versiones. En determinados lugares debía arder toda la noche, en otros hasta la Epifanía, e incluso en determinados pueblos, lo mantenían encendido todo el año. Aquí se le llama de multiples formas, Sukileko, en Valcarlos; Gabon egurra en varios pueblos navarros; Gabon-Subil, en Antzuola; Subilaro egurra, en la Aezkoa. Pero quizás la más curiosa sea Olentzero, que lo vincula al mítico carbonero, que aún hoy, acude en Nochebuena a dejar regalos en las casas. Cuando hablamos de Olentzero, estamos ante los rescoldos de un antiquísimo culto arbóreo, que de alguna forma, tomó la forma de este tronco de Navidad, y a lo largo del tiempo evolucionó hacia el personaje que conocemos actualmente.


OLENTZERO

No es casual, que Olentzero se presente como un habitante del bosque, un carbonero, que aparece una vez al año, para retirarse a lo más profundo de la floresta, el resto del ciclo anual. Tal vez sea, de alguna forma, la representación de un espíritu protector del bosque. La vieja mitología, nos dice que Olentzero, fue el último de los jentiles, raza de gigantes míticos, que bajó al pueblo a dar la noticia del nacimiento de Cristo, cuando todos sus congéneres se refugiaron bajo el dolmen de Jentilarri, en la sierra de Aralar.

DOLMEN DE JENTILARRI

En el área pirenaica y Cataluña, encontramos varios elementos comunes, que se llaman la “Tronca de Navidad”, o el “Tió”, a estos árboles se les rellenaba de dulces, y en ocasiones se les abrigaba con una manta. Los niños debían golpearle, con el fin de que “cagara”, el contenido de su interior, en una clara referencia a la fertilidad. Después debía arder hasta Reyes, sus cenizas, lo mismo que otras regiones, se recogían para su uso profiláctico.

En Castilla se daba el “Nochebueno”, como en Soria, Ciudad Real, Segovia, Toledo, Ávila, Burgos, Guadalajara, Madrid o Albacete. En este caso, sucede como en los anteriores, el leño arde la noche de Nochebuena, y se recoge un trozo del mismo y sis cenizas para usos protectores posteriores.

Nuestros vecinos portugueses, también celebraban el rito del tronco de Navidad, llamado en estas tierras “Madeiro de Natal”, en donde se baja un árbol del monte, llamado “Canhoto”, que se elige con anterioridad. Se le lleva al pueblo, donde se reparte entre los vecinos para su quema en el solsticio. Esta costumbre de elegir un árbol concreto, se ha observado también en el País Vasco, donde  el señor del caserío, debía acudir diariamente, durante un periodo de tiempo que desconocemos, a explicar al árbol el motivo por el que debía ser derribado. En varias zonas de Europa, incluida la nuestra, era costumbre, pedir perdón al árbol por derribarlo, bajo distintas formulas, como la que dice: “Nosotros te derribamos, tú perdónanos”. En este ritual, se observa una petición de perdón a los seres mágicos, energías o númenes, que habitan el bosque. De igual manera, se avisaban a estos seres, para que se fueran a otro árbol, y para pedirles, que parte de su energía quedara en el árbol a derribar.

En muchas zonas de España y de Portugal, estas tradiciones solsticiales están acompañadas de mascaradas invernales. Desde las conocidas de Silió en Cantabria, los Joaldunes de Navarra, el Zangarrón zamorano, o los Parragones de Ávila, por citar alguno de ellos.


IOALDUNES DE ZUBIETA E ITUREN

…Y EUROPEA

No podemos dejar de citar el uso del tronco de Navidad, en gran parte de Europa. En la zona de Westfalia, Alemania se le llamaba “Der Christbrand”, “Souche”, en Normandía, o “Kef de Nedelek”, en la Bretaña Francesa.

BOSQUE DE IRATI

Sin olvidarnos de la fiesta del Yule, profundamente vinculada con este ciclo invernal. Esta festividad es originaria de los pueblos nórdicos, y era eminentemente familiar, dedicada precisamente, a la familia, ancestros y amigos ausentes, pero también se la relacionaba con la fertilidad. En ella. La familia se reunía para comer frente a una abundante mesa, se colocaban leños especiales en el fuego, o se decoraban con piñas y velas determinados árboles. También era tradición colocar muérdago en las casas. Esta es una planta considerada sagrada, pues no pertenece ni al aire, ni a la tierra. El muérdago vive en los árboles, de los que toma sus nutrientes, sin tocar el suelo. Era muy apreciado por los druidas celtas, sobre todo el que crecía en el roble, su árbol sagrado. El muérdago fructifica en el solsticio de invierno, por lo que se le ha tenido como un símbolo de la fertilidad. También está relacionado con la facultad de abrir puertas, incluida las de los sueños, por lo que en Austria, se colocaba en el umbral de la puerta para librar a los moradores de pesadillas. Este vínculo de abrir nuevas puertas, de forma simbólica, y su vínculo con la fertilidad, es posible que sea el origen de la tradición de besarse bajo el muérdago en Año Nuevo, nuevos tiempos y fertilidad para la pareja.

 

MUERDAGO

Dejemos que las viejas tradiciones, los arcaicos rituales, la vieja cultura de las montañas, acudan a nuestro universo, dejemos que nos atrapen en sus sublimes redes mágicas, que nos susurren quedamente, que somos naturaleza, que seguimos siendo bosque.

 

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

CASTRO DE BAROÑA. AL ARRULLO DEL ATLÁNTICO

 

EL CASTRO DE BAROÑA ASOMADO AL OCÉANO

La fuerza inconmensurable del Océano, bailaba su atávica danza con las piedras del viejo castro. Ambos, creaban un espectáculo dulce, sutil, hermoso como pocos, creaban una energía amorosa, compartida durante milenios. De alguna misteriosa forma, no podría entenderse el uno sin el otro, sus almas, pétrea la una y acuosa la otra, estaban fundidas de manera inseparable. Quizás ellos, y solo ellos sabían el auténtico secreto del viejo castro, el auténtico motivo por el que nuestros ancestros decidieron levantar su lugar de vida en aquella pequeña península. Ellos y solo ellos, sabían ese secreto arcaico, que de alguna forma nos llamaba insistentemente desde su alma ancestral. Y nosotros, no dudamos un segundo en lanzarnos a sumergirnos en sus profundidades mágicas.


EL ABRAZO DEL MAR Y EL CASTRO

Sobre una pequeña península, llamada Punta do Castro,  azotada por los vientos del Atlántico, en un extremo del oeste de la mágica Galicia, se levanta el precioso castro de Baroña. Perteneciente a la parroquia de Baroña, ubicada en el municipio coruñés de Porto do Son, que se agazapa en la zona Noroeste de la Península de Barbanza. El viejo castro sabe de los pasos, de la vida de nuestros ancestros celtas, pero también sabe de los vientos desatados del Océano, de las sobrecogedoras borrascas del Noroeste, sabe de vida, de armonía, de belleza, de fuerzas desatadas de la naturaleza.


EL CASTRO DESDE EL AIRE

El castro, típico costero galaico, parece que estuvo ocupado entre los siglos I a.C., al I d.C., y estuvo protegido en la zona de conexión con la costa por dos murallas. Su ubicación aprovecha la protección que le otorga el océano en varios de sus flancos. Se compone de cuatro recintos diferenciados por diferentes estructuras. Se defendía de tierra con un foso de 57,5 metros de largo, casi 4 de ancho y de una profundidad máxima de 3 metros. Luego encontramos dos muros paralelos de 1 metro de ancho, de mampostería y rellenos de piedra y arena, que formarían una segunda muralla de 6 metros de anchura. Pasamos a un segundo recinto, ya sobre la propia península, en el que se abre la puerta principal flanqueada por bastiones y una rampa que da acceso a un núcleo formado por 16 viviendas o edificaciones castrexas .A continuación llegamos al tercer recinto separado del otro por muros de contención, al cual se accede por unas escaleras entre gruesos pilares que podrían haber formado en su origen una cubierta o bóveda de entrada, algo único hasta ahora en la cultura castrexa.

 

MURALLA

Nos vamos ahora a la zona alta del castro, desde donde el espectáculo es increíble, las rías de Muros y Noia, la costa gallega, el castro, las playas,… un regalo para nuestros sentidos. Aquí arriba, llaman nuestra atención unas piedras, y rocas dispuestas supuestamente de una manera artificial para marcar diferentes eventos astronómicos, como pueden ser los solsticios. Este hecho, junto con algún que otro elemento, nos hace pensar que nos encontramos ante un santuario de origen galaico.


VISTA DEL POBLADO DESDE LAS PIEDRAS SUPERIORES

Existen discrepancias entre los historiadores sobre quienes fueron los pobladores de estos castros, mientras que algunos defienden que fueron los celtas, otros aseguran que no existen evidencias suficientes para demostrar esto. Los castros fueron habitados hasta uno o dos siglos después de la llegada de los Romanos. Si se sabe que en la región de Barbanza habitó la tribu celtica de los Presamarcos.


CASA CASTREXA

Parece que el castro fue autosuficiente, y en el morarían granjeros que cultivaban las tierras. Además se consumirían animales como cabras u ovejas y productos que el mar les ofrecía como pescados y mariscos. No parece que hubiera agua en el interior del poblado, por lo que deberían ir a buscarla fuera del poblado.


ESCALERAS DE ACCESO

Se excavó por primera vez en el año 1993, por Sebastián González-García., luego continuaron las excavaciones en los años 1969-70, 1980 a 1985, y fue rehabilitado en el año 2012. Si bien las primeras noticias del mismo nos llevan al año 1754.


ATARDECE SOBRE EL ATLANTICO EN PORTO DO SON

Dese prisa amigo lector, camine pausadamente a la llamada telúrica del castro de Baroña, acuda con la mente y el corazón abiertos. Déjese embaucar por su magia, por su arcaica energía de piedra y salitre. Acuda antes de que la ignorancia, la desidia o la codicia, lo destruyan. Acuda antes de que tan solo sea un recuerdo, camine, pare, siéntese entre los restos de sus casas, habitadas hace milenios. Sumérjase sin pensarlo en las aguas del océano que lo rodean, ellas saben muchos secretos de lo que allí se vivía, se los susurraran delicadamente. No deje de acudir, de sucumbir a su arcaica llamada.

 













jueves, 15 de abril de 2021

LA OJERADA. LAS MÍTICAS LÁGRIMAS DE LANTARON

 

LA OJERADA

Soñemos un poco, ya que, tal vez, los sueños sean uno de esos pocos estados en los que somos realmente libres, lejos de cortapisas, de envidias, de criticas propias y ajenas, de hipotecas rapiñeras, simple y llanamente, libremente libres.

Soñemos con una tortuosa costa en la que la sabiduría ancestral del Océano, ha tallado pacientemente unos sobrecogedores acantilados pétreos, que caen a plomo en las inmensidades marinas.

Soñemos con un bellísimo paraje, que a modo de dos gigantescos ojos se asoma a la magia atávica de nuestro Cantábrico, la pequeña porción del sublime Atlántico, nuestra mar, nuestro nexo de unión con otros pueblos de raigambre celta.

Soñemos con una impactante banda sonora, creada por la fuerza de la mar, un bramido venido de muy lejos en el tiempo y de la mentalidad popular.

Soñemos con las lágrimas del dios de la mar, que nos salpicaran nuestras almas errantes de salitre y hojarasca.

Soñemos con la belleza en estado puro, con la libertad del viento limpio venido de muy lejos, de las profundidades oceánicas, acariciando nuestras cabezas, con la energía desbordada de las borrascas del noroeste.

Soñemos que este sueño se hace realidad.

Pues bien, señoras y señores, con todos ustedes: la Ojerada.


LOS OJOS DE LANTARON

Nos vamos a Cantabria, precisamente esa “Tierruca” que dio nombre a la mar, o quizás fue al revés, quien sabe,… En un rinconcito de la quebrada costa cántabra un sobrecogedor paraje sorprende a quien por allí acierta a llegar, quizás persiguiendo la energía indescifrable de las tempestades del noroeste, quizás tratando de convencerlas de que compartan con  nosotros, siquiera una pizca, de toda esa ardor telúrico. Muy cerquita del cabo de Ajo, se ubica el paraje de la Ojerada, donde la mar ha ido tallando pausadamente, todo sucede pausadamente en la naturaleza, dos ojos pétreos que parecieran observar a todo aquel que se deje llevar por sus encantos, asomados perpetuamente a la magia del Océano. Se trata de una cueva, o túnel, con entrada y salida abiertas, que separadas por una columna de piedra, asemejan dos ojos, de donde deriva su nombre. El cabo de Ajo, es el punto más septentrional de Cantabria, nos encontramos en un lugar muy cercano a la fosa abisal, por lo que es una atalaya idónea para el avistamiento tanto de cetáceos como de aves marinas.


LA COSTA CANTABRA DESDE LA OJERADA

Si tienes la inmensa fortuna de llegar a la Ojerada en días de tempestad, podrás ser testigo de uno de esos espectáculos impagables que la naturaleza nos regala, la mar se cuela por los recovecos de las rocas creando unos bufones que elevan el agua por una estrecha chimenea, expulsándola con fuerza inusitada, y creando un impresionante sonido, que se amplifica a medida que nos vamos acercando a la Ojerada. A este fenómeno se le conoce como “las lágrimas de Lantaron”, pero ¿de quien estamos hablando?.


LA BRAVURA DE LA MAR


El Lantarón, es un ser mítico, que viene a ser el homónimo del Neptuno de la mitología griega, estamos ni más ni menos que ante el rey del mar cántabro. Su aspecto es impresionante, a juzgar por las viejas leyendas contadas durante siglos en las frías noches del invierno, al calor de la lumbre, cuando el viento del noroeste sacude con fuerza las costas. Tiene forma humana, sus manos y brazos son fuertes y fornidos, su cabeza es ovalada, en la que destacan dos enormes y saltones ojos verdes. Sus pies, al estilo de los batracios, tienen dedos unidos por membranas y su cuerpo es brillante entre verde y negro. En su mano derecha lleva un cetro hecho con la madera del mágico saúco, con las vallas negras de este arbusto, fabrica una poción al mezclarlas con leche de sirena, que le confiere poderes sobrenaturales además de un color fluorescente durante la noche.

Volemos ahora un poquito más hacia el este, concretamente a la localidad de Castro Urdiales, una bella población marinera, un lugar que tiene un sitio de honor en mi alma errante de salitre y hojarasca, justo allí donde más calorcito hace. 


CASTRO URDIALES

Pues bien, en esta localidad se eleva el conocido como pico Cueto, junto al barrio de Brazomar de la antigua Flaviobriga. En este picudo monte, quizás pudo ubicarse un antiguo castro, según algunos autores, si bien otros lo niegan taxativamente, misterios de nuestra vieja cultura. 


PICO CUETO

Lo que si es un hecho, es que en esta cumbre, muy cerca de su cima, Quintana Zorrilla localizó en 1955 una estatuilla de unos 126 mm., de bronce, conocida como “El Neptuno Cántabro”. Representa a un joven, que pareciera querer andar por la posición de su pierna derecha, desnudo y de pelo corto. En el cuello presenta un colgante de oro, que representa la luna en creciente, que al parecer estuvo suspendida a otra pieza igualmente de oro. En su mano izquierda sostiene un delfín, y la derecha está levantada y sujetaría un objeto que no se ha encontrado, quizás un tridente. La figurilla se fechó en los siglos I-III d.C. Su factura nos desvela su origen indígena, quizás perteneciente a la tribu de los Amanos, pueblo indígena cántabro que da nombre al valle de Sámano, próximo a Castro Urdiales. Hay una teoría que nos cuenta que representaría un Neptuno, lo que nos hablaría de su origen romano, pero como ya he dicho, su factura denota origen indígena, por lo que otra teoría nos dice que sería un ídolo propio de los habitantes de estas tierras, que posteriormente se vincularía a Neptuno. Una tercera teoría nos dice que se trataría de una representación del dios Apolo, ya que el Neptuno romano se representaba de edad avanzada, con cabellos largos y barba. Actualmente la figurilla está en el MUPAC (Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria).


REPLICA DEL NEPTUNO CANTABRO


Pero volvamos a nuestra Ojerada, a seguir hablando del dios Lantarón, el descubrimiento de la estatuilla de Castro Urdiales, podría confirmar la presencia de una deidad marina de los cántabros, algo normal, por el profundo vínculo de este pueblo con el Océano. Cuentan las leyendas, que Lantarón se acerca a las rompientes durante la bajamar, y apoyado en su cayado de saúco, observa el movimiento del Cantábrico. Solo se alimenta de pulpos que arranca, con sus nervudas manos, de los fondos marinos. Tiene el poder de premiar a los pescadores, dejándoles casarse con las sirenas que caen en las redes de lo mismos, siempre y cuando, el marinero, bese inmediatamente a la sirena tras la captura, para convertir su cola en piernas.

Lantarón nos ofrece sus lágrimas marinas, en la magia de la Ojerada, asomada eternamente a la magia del Océano. Viejas leyendas mecidas por la mar, viejas historias de aquellos que nos precedieron, vieja sabiduría de un mundo que fue y que se nos escapa irremediablemente. Acércate, amigo lector a descubrir la magia de la Ojerada, no olvides escuchar los sabios consejos de Lantaron, no olvides sentir la energía atávica de la mar sobre los acantilados, no olvides escuchar su sabio susurro arcaico, no olvides vivir cada momento.

 

 


sábado, 12 de diciembre de 2020

PIEDRAS OSCILANTES. GUARDIANAS DE LA VIEJA CULTURA ATLANTICA

 

PENEDO ABALLON

En lo alto de las montañas de Penouta, en tierras del concejo asturiano de Boal, una misteriosa piedra oscilante se acurruca bajo el abrigo de las cumbres, dejándose acariciar pausadamente por los vientos del mágico Cantábrico, nuestra pequeña porción del Océano Atlántico. Una piedra que guarda los secretos de los antiguos rituales celtas que los moradores de estas montañas, llevaron a cabo, hechizados, posiblemente, por la insondable magia y misterio que despide el Penedo Aballón.


PENEDO ABALLON

Que estas tierras estuvieron habitadas desde la prehistoria, lo confirma el hecho de que sean varios los túmulos o mamoas, que salpican las alturas de la sierra. Viejos testigos de una cultura también vieja como los tiempos, que tenemos el deber de proteger, cuidar y transmitir, pues solo se ama lo que se conoce.

El Penedo Aballón pertenece al grupo de piedras oscilantes, comunes a prácticamente todo el mundo, pero que adquieren un carácter especial en nuestras queridas tierras celtas. Piedras que mantienen de forma casi inexplicable el equilibrio sobre mínimos puntos de apoyo, generalmente otras piedras más pequeñas, y que bailan, oscilan, con la aplicación de una pequeña fuerza sobre un punto concreto, e incluso por la acción del viento. Quizás, porque es en estas piedras donde se ubicaron diferentes creencias, ritos, leyendas, bañadas por la mágica bruma de la vieja cultura celta, tienen ese carácter atractivo, misterioso, hipnótico. La piedra granítica del Penedo Aballón se levanta en la vertiente sur de las cumbres de Penouta, donde guarda sus secretos ocultos en sus 18 toneladas de peso. Debemos decir, que como en tanto lugares, la incultura, campó a sus anchas, ya que la piedra fue derribada, al parecer de forma intencionada, Por suerte se restauró para que podamos seguir disfrutando de su atávica magia.


PENEDO ABALLON

Pero como ya he escrito, son muchas las piedras de este tipo, a lo largo y ancho de las viejas tierras de los celtas, invitándonos a un delicioso viaje buscando las raíces conjuntas de su vieja cultura, un viaje al que nuestras viejas y gastadas botas de viento y hojarasca no pueden ni quieren resistirse. Nuestro caminar pausado, comienza al oeste, allí donde el sol se esconde diariamente, al cobijo telúrico del Atlántico, nos vamos a Galicia. Muy cerquita del cabo Finisterre, encontramos el santuario de la Virgen de La Barca, en la localidad de Muxía. Allí un templo dedicado a esta virgen, se levanta sobre un antiquísimo lugar de culto ancestral. Entre los varios elementos encontramos la conocida como “La Piedra de Abalar”, la historia viene a cristianizar un arcaico culto a las piedras que posiblemente ubicaron aquí los antiguos moradores de estas tierras. Cuentan que la piedra es la barca en la que la virgen acudió a Muxía para dar ánimos al Apóstol Santiago. No se escapa que el culto a esta piedra y a las demás que comparten este bello escenario, es muchísimo más antiguo, herencia de una vieja cultura que hunde sus raíces en las brumas del Atlántico. Esta piedra, a decir de los paisanos, se mueve cuando ella quiere, e incluso dicen que tiene la facultad de probar la inocencia o culpabilidad de las personas. Otras piedras de abalar en tierras galaicas son la de Castro do Faro en O Porriño; o la de Pena da Conga en Melide; parece que hubo otra, ya desaparecida, en las Islas Cíes, en el canal Da Porta, de la Isla do Medio; la de Corbelle en Villalba; la de Santa María de Paradela en Cambados; la de Sande, en el monte Castro, Ourense; la Pedra do Equilibrio en Ponteareas; o la de Villamayor de Boullosa.


CONJUNTO DE LA VIRGEN DE LA BARCA

Pero, continuemos con nuestro viaje, dejándonos acariciar por la magia del Navia, el río con nombre de diosa, a cuyo arrullo está el Penedo Aballón, para llegar hasta tierras sorianas. Es aquí donde, en tierras arévacas, donde encontramos, al arrullo del Duero, la Piedra Andadera, en Salduero, que hace las veces de mojón fronterizo entre dicha localidad y la de Covaleda. Dicen que tiene la facultad de caminar,

Vamos, ahora, a permitirnos desviarnos un poquito, y llegar hasta tierras vasconas, donde nos topamos con la mítica Arrikulunka, allá en los impresionantes cordales del valle de Baztán, al norte de Navarra, donde se localiza está piedra oscilante, al abrigo del pico Hargibel. Cuentan las viejas leyendas de la mitología vasca, que fue Roldán, gigante mitológico a medio camino entre la historia y la leyenda, quien la arrojó hasta allí.


ARRIKULUNKA

Retornamos al arrullo del Océano, y giramos nuestro rumbo decididamente, buscando el norte, hasta otro Finisterre, el bretón. Brehiz,Bretaña, tierra embaucadora como pocas, guarda la esencia de la vieja cultura de los celtas, de los bardos y druidas, de los robledales sagrados, de los misteriosos megalitos, y de la mar embravecida,… y del rey Arturo. Y si hay un sitio en estas bellas tierras donde cada rincón guarda la esencia de este mítico rey, es An Uhelgoad, Huelgoat, un pequeño pueblecito del departameto de Finistère. En sus alrededores, un bello bosque, salpicado de piedras graníticas, cuevas y gargantas, crean un autentico compendio mítico, lleno de leyendas, un lugar del que los korrigans han hecho su hogar. Entre ellas encontramos la Maen-Dogan, Roc´h-ij, Ar Roc´gren, Roc´h a Kren, como se conoce en bretón a la Roche Tremblante. Piedra oscilante inscrita en el Inventario de Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia, dicen que nadie ha sido capaz de moverla, por mucho que se ha intentado. La leyenda, cuenta que fue el gigante Gargantúa el responsable de la ubicación de la piedra, pues, enfadado por la poca comida que los moradores de Huelgoat le ofrecían, les arrojó guijarros pulidos desde Bro Léon, País o región de León, al norte del territorio bretón.


LA ROCHE TREMBLANTE

Nos sumergimos, ahora, en el mar celta, para alcanzar Kernow, Cornualles, y toparnos con las viejas historias de las brujas. En concreto una piedra que se ubica en las cercanías de Nancledrea, cuentan que si alguien tocaba la piedra nueve veces se convertía en bruja, y que esta solo oscila cuando estas hechiceras no estaban por allí. Seguimos en tierras córnicas, pues es también en estos mágicos parajes, donde encontramos otro Finisterre, el conocido como Land´s End, donde un gigante colocó una piedra, cuyo sonido utilizaba para dormirse. Sin olvidarnos de la Logan Rock, cerca de la localidad de Treen.

Un poco más al norte, en el Condado de Yorkshire, topamos con al piedra de Brimham, que tan solo lograría hacerla oscilar un hombre honrado.

Y como no, en la isla esmeralda, en la bella Éire, en Irlanda, encontramos la piedra de Croclaugh, en Donegal, sobre la que era costumbre derramar agua, leche o cerveza en libaciones.

Sin olvidar otras muchas como son el Cancho que se menea, o la Piedra bamboleante, ambas en Extremadura, o la de Pedralta en Saint Feliu de Guíxols, en las costas mediterráneas.


PEDRALTA EN SAINT FELIU DE GUÍXOLS

Retornamos nuestro caminar a tierras astures, a la magia de las brumas eternas del Cantábrico, dejamos allí en sus feudos míticos, bellos, enigmáticos a las viejas piedras de Abalar. Volveremos a escuchar su magia, sus viejas historias y tradiciones, a dejarnos embaucar por sus misterios insondables.

 

 

 

 

 




jueves, 3 de diciembre de 2020

EL VIEJO AMIGO TEJO



EL VIEJO AMIGO TEJO

Las últimas luces de la tarde se colaban entre la impresionante cúpula de hojas que creaban los cientos de árboles del bosque. Hayas, robles, tejos, acebos, fresnos, castaños,…una sinfonía de color impactante, armoniosa y sobre todo profundamente bella, acompañaba al caminante solitario. Avanzaba decidido, despacio subiendo la pronunciada cuesta, sin prisa, como la naturaleza, nada tiene prisa en la naturaleza. En su vagabundear, se topaba con otros caminantes que descendían y le miraban sorprendidos, alguno incluso se atrevía a decirle que ya iba tarde, que se diera la vuelta, que se le haría de noche, y que el bosque de noche es peligroso Como si eso le importara, no tenían ni idea, ¡peligroso el bosque!!!!!, peligrosas eran las ciudades, las pantallas secuestradoras de nuestro criterio, que te hipnotizan, sin darte la posibilidad de disfrutar de lo que realmente importa. 

BELLEZA

El seguía con su caminar, ajeno a todo ese mundo desbocado que se abría ahí afuera, él se sentía en su casa, en su bosque. Cuando prácticamente la noche ocultaba el entorno alcanzó su objetivo, sudoroso, se abrazó a su árbol mágico, feliz, pletórico.

-         Hola viejo amigo, ¿Cómo estas?

El añejo tejo, se sintió feliz, hacía muchas lunas que este humano no paraba por allí, y le echaba de menos, siempre le trataba con mucho cariño, y eso le encantaba. Llegaba siempre despacio en ocasiones solo, en ocasiones acompañado de otros humanos a los que enseñaba a respetarle y admirarle. Permanecía allí un ratito, y luego se marchaba por donde había llegado.

-         Debe de ser un hombre feliz – solía pensar el tejo, le encantaba aquel humano.

El caminante había acudido a su rinconcito junto a su viejo amigo, con la intención de pasar la noche junto a él, era algo que hacia tiempo le rondaba por la cabeza, y ese día era un buen momento. Saco su saco de dormir y su colchoneta y se acurrucó junto al tronco del viejo tejo, los sonidos del bosque se escuchaba de forma hipnótica, nada rompía su armonía telúrica, todo tenía su lugar, su espacio, los habitantes del bosque diurnos se iban a dormir, y los nocturnos comenzaban su afanosa jornada. Poco a poco fue quedándose dormido.


EL TEJO TE OBSERVA


Los primeros rayos de sol del amanecer acariciaron el rostro del caminante, despacio se fue despertando de su profundo y reparador sueño, desperezándose de la calidez de su saco. Se levantó y dejó que la bruma, que subía desde el valle enredándose en los árboles, bailando con ellos su ancestral danza, le imbuyera de una inusitada energía.

Permaneció así un largo rato, luego recogió su escaso campamento, y se quedó contemplando a su amigo, el viejo tejo.

-         Gracias, viejo amigo- le dijo, y le dio un sentido y prolongado abrazo.

El tejo sonrió a su forma, y a su forma le respondió desde lo más profundo de su corazón de madera:

-         Gracias a Ti, querido amigo, te mereces el regalo que te otorgo, espero que regreses pronto.

El caminante re emprendió su camino de regreso, por el bosque, no sin antes lanzar una mirada desde la lejanía al tejo a su tejo, que quedaba en su feudo de Beorbarruti. Mientras descendía pausadamente por el bosque, un bienestar inundaba su alma errante, sentía intensamente cada paso de sus gastadas botas sobre la hojarasca. Así atravesó el hayedo, llego al hermoso paraje de la falla de Aizkortekoaitza, estaba impresionante, el caminante se paraba en cada uno de los mil detalles, de los innumerables rinconcitos del paraje, del camino, de las piedras, de las plantas, de los árboles, pareciese que nunca hubiera pasado por este paraje por el que había caminado infinidad de veces, pero hoy todo adquiría otra dimensión. Todo parecía nuevo, o realmente el nuevo era él.


FALLA DE AIZKORTEKOAITZA

Llegó hasta el mirador de Burnigurutze, desde donde se realizaban antiguos conjuros preventivos de las tormentas, y se sentó, el panorama le sobrecogió profundamente, los valles y bosques se abrían a sus pies, las montañas cerraban el horizonte, y allí a lo lejos, la mar, el magnético océano, susurrándole sus insondables misterios, le pareció sublime. Entonces lo comprendió:

-         Ya lo entiendo viejo amigo – se dijo, mientras lanzaba una mirada a lo alto del bosque, allí donde estaba su árbol - me has regalado la magia del tejo, el hechizo del bosque, el disfrute de cada segundo, de cada momento, me has hecho comprender el sentido de la vida, ahora sé que yo también soy bosque.

El caminante recogió sus bártulos y continuó su camino, despacio, sintiendo cada paso, profundamente feliz.


TEJO DE BEORBARRUTI

miércoles, 11 de septiembre de 2019

SAN MIGUEL DE ARALAR. LA ATALAYA MILENARIA


SANTUARIO DE SAN MIGUEL DE ARALAR


Cada uno de nosotros guardamos en lo más profundo de nuestra alma, allí donde más calorcito hace, rincones escritos con letras de oro en el libro de nuestra existencia. Son lugares únicos, da igual que sean más o menos bellos, conocidos, apartados,… son lugares cuya sola mención despierta en nosotros una sonrisa cómplice, una sonrisa de recuerdos y profundo amor hacia su magia. Cada uno tiene el suyo o los suyos, ciudades, montañas, ríos, playas, campings, el muestrario es tan grande como grande es la humanidad. Quizás el sentimiento que despierta en nuestro ser es algo profundamente subjetivo, y probablemente incomprensible a ojos ajenos, pero tal vez en eso, precisamente, estribe su magia, su fuerza, ese algo que les hace únicos.

Uno de esos lugares es para mí, el santuario de San Miguel in Excelsis, lo confieso, el viejo templo de la montaña de Aralar, se acurruca en lo más profundo de mi corazón, a sus paredes de piedra, a su silencio y calma, a sus paisajes únicos me unen, desde niño, invisibles hilos de recuerdos, de momentos felices y de personas que forman parte de mi ser. Para mí es uno de esos lugares esenciales en mi existencia, un lugar intimo y personal, San Miguel, y toda la sierra de Aralar, me han hecho de alguna forma como soy.

SANTUARIO DE SAN MIGUEL DE ARALAR DESDE ARTXUETRA

Desde su atalaya milenaria, al cobijo de la montaña de Artxueta, este magnético rincón, de hermosura abrumadora, vigila los viejos pasos del valle, que se acurruca a su abrigo desde tiempos inmemoriales. Un maravilloso templo románico, guardián de la esencia de la montaña, de viejos mitos y tradiciones antiguas, de una historia que hunde sus raíces en lo más profundo de los tiempos, guardián, además, de sentimientos profundos e íntimos.

SANTUARIO DE SAN MIGUEL DE ARALAR

El templo se ubica sobre una planicie en lo alto de la montaña, llamada antiguamente “Mons Excelsus” y “Excelsitas”, de aquí que se le conozca, incluso actualmente como “In Excelsis”. Pues bien, este rellano, ha llamado la atención de quienes aciertan a pasar bajo ella, desde tiempos inmemoriales. Sobre todo, cuando se observa desde su parte SE, su forma, en cierto modo de altar, de ara, no ha dejado indiferente a nadie a lo largo de los siglos. Pero además del magnifico templo, esta sierra incomparable, esconde rinconcitos de belleza delicada, bosques misteriosos, ríos saltarines que nacen directamente de la montaña, megalitos, y un sinfín de pequeñas perlas agazapadas en cada recodo del camino, esperando que nos acerquemos a ellas con respeto y curiosidad

El lugar donde se ubica el Santuario de San Miguel in Excelsis, ha llamado la atención de las gentes, desde los tiempos neolíticos, en los que, parece ser que, se ubicó allí un lugar de culto, atraídos, tal vez, por la magia del lugar. Según los especialistas, primero se coloca, probablemente, un dolmen, para luego construir sobre el monumento megalítico un templo cristiano que fue evolucionando hasta llegar al hermoso templo románico que podemos admirar hoy en día. Según diversos estudiosos, el lugar con forma de ara donde se asienta el templo, pudo dar incluso nombre a la sierra, Aralar, parece que pudo contar con un altar votivo primigenio, el “Ara Coeli”, dedicado a una divinidad guardiana de los caminos y habitantes del valle, algo muy común en determinadas cumbres durante la romanización. La ruta que discurre bajo los pies del santuario de Aralar, por el valle del Arakil, fue desde antiguo una importantísima “autopista”, por la que circularon pastores neolíticos, migraciones europeas, legiones romanas, peregrinos, y gentes de todo tipo, hasta nuestros días. Una tesis defendida por grandes estudiosos de la materia, nos dice que pudo haber una relación entre el Ara Coeli (el Araceli, Aracelium, Aracillum de los geógrafos romanos), y sus habitantes (los Aracelitani), con Arakil (Arakoeli, Arakoeill, Araquil). 

Llegar al Santuario de la montaña, sea como sea, por cualquier ruta, siempre ha sido algo especial para mi alma errante de viento, su fuerza, su energía ancestral, sus vistas, esos hilos que me unen con gentes y momentos de mi vida, es algo mágico. Da lo mismo como lleguemos a este paraje único, da lo mismo que ruta elijamos, los frondosos hayedos que suben desde Guardaetxe, los históricos pasos que acarician la magia del valle de Ata, los senderos de vegetación exuberante que suben desde el valle de Arakil, cada cual que elija el suyo, pero sobre todo acercaros a su hechizo con clama y respeto, con la mente y el corazón abierto, os aseguro que no os defraudará.


HAYEDOS DE ARALAR
Los orígenes del templo, se remontan al siglo IX, cuando se levantó una iglesia carolingia de la que tan solo quedan algunos sillares del muro, de tono más oscuro que los demás, tres ventanas que vemos en el ábside con forma de herradura y los arranques de una bóveda gallonada sobre el crucero. Según los expertos, se trataría de un pequeño templo con aspecto prerrománico, que constaría de una nave con porche, sobre la que se levantaría una capilla con acceso por una escalera de caracol. Esta iglesia se perdió y sobre sus restos se construyó el templo románico, que abarcaría la zona de ábsides de la iglesia que hoy vemos. Este se cita en documentos del año 1032. Se completa durante el siglo XII, y se consagra nuevamente en el 1141. La orientación de su cabecera se dirige al Este, posee tres naves con cuatro tramos de longitud cada una, teniendo la central mayor anchura, y en la que se ubica en su tercer tramo una capilla con techo y muros y similar orientación que la iglesia. La cabecera del Santuario está formada por tres ábsides, siendo el central ultra circular en el interior y poligonal al exterior, los otros dos son de menor anchura y profundidad. Se accede al templo mediante un atrio cerrado o nartex.

CAPILLA EN EL INTERIOR DEL SANTUARIO DE SAN MIGUEL DE ARALAR

En su interior se venera la imagen de San Miguel Arcángel, una preciosa figura de madera que se revistió de plata en 1756, se presenta al San Miguel alada, sujetando una cruz sobre su cabeza, una iconografía poco habitual. Presenta una cruz engastada en plata con el Lignum Crucis. En el altar destaca un hermoso retablo de esmaltes de Santa María, una autentica joya de la esmaltaría medieval europea, elaborado en el último cuarto del siglo XII. En él se ven diferentes personajes destacando la Virgen con el niño o los Apóstoles entre otros.

IMAGEN DE SAN MIGUEL DE ARALAR

Allí arriba os espera la magia, la historia, la belleza, pero también la leyenda, no en vano estamos en uno de los lugares principales de nuestra mitología y donde transcurre una de las más conocidas leyendas de la vieja cultura de la montaña. Y es que tal y como recogió don José Miguel de Barandiarán, una vieja historia tiene este lugar como protagonista:

“Bajo en Santuario de San Miguel in Excelsis, en la montaña de Aralar, existe una sima, en la que, cuentan vivió un dragón. Solía bajar a los pueblos cercanos causando auténticos estragos, por lo que los vecinos de las aldeas, decidieron mandar a su cueva a una persona diariamente para aplacar su furia. Se realizaba a sorteo, un día le tocó a una joven acudir a la caverna a ser devorada por el herensuge. Se hallaba a la espera en la boca del antro, cuando apareció por allí, don Teodosio de Goñi.
Este caballero navarro, del valle de Goñi, cumplía penitencia por haber asesinado a sus padres. Y es que, a su regreso de las cruzadas, el diablo se le presentó disfrazado, diciéndole que su mujer, Constanza de Butrón, le era infiel, y que, en ese preciso momento, yacía con su amante en su alcoba. La realidad era que la dama, había invitado a sus suegros a vivir en su casa, mientras Teodosio estuviera fuera, cediéndoles su propio dormitorio, y eran ellos quienes descansaban en la cama. El caballero ciego de ira, mató a sus padres creyendo que eran su esposa y su amante, salió al exterior y cuál fue su sorpresa al ver a Constanza correr hacia él para abrazarlo. La dama explicó lo acontecido, y Teodosio acudió al párroco y al obispo de Pamplona, quien lo envió a Roma a ver al Papa. Este le impuso una condena, de vivir fuera de toda población, arrastrando una gruesa cadena al cuello y cintura, y acarreando una cruz de madera. Su pecado se perdonaría en el momento en que la cadena se rompiese por sí misma.
Teodosio se acercó a la joven que esperaba en la boca de la caverna, tras contarle, ésta lo que sucedía, el caballero le dijo que regresará al pueblo pues él ocuparía su lugar. Salió herensuge, y Teodosio se encomendó al Arcángel San Miguel:
- San Miguel, Ayúdame.
Dicen que entonces se oyó en el cielo:
                  -San Miguel, te llaman del mundo.
                   - Señor, yo no iré sin ti, contestó el Arcángel.
Y llevando a Dios (Crucifijo) sobre su cabeza, posó sus pies sobre el dragón cortándole el cuello, y la cadena de Teodosio.
El caballero en agradecimiento edificó el templo en el que aún hoy pueden verse las cadenas y un hueco que comunica con la sima”.

LAS CADENAS DE LA LEYENDA

Todavía hoy en día podemos cumplir con el rito de pasarnos las cadenas de don Teodosio por tres veces para evitar dolores, y meter la cabeza en el hueco que se ve junto al altar de la capilla con la sima del dragón, podemos, en definitiva, sentir, tocar y saborear nuestra tradición, nuestra vieja mitología.

Allá arriba queda el mágico santuario, en su montaña, guardián de su magia, de su leyenda, esperando a que retornemos a él, a que volvamos a sentir su energía telúrica y única.